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Mendoza y las heridas curadas

Dakar 2009 | El diario de una aventura

Mendoza y las heridas curadas

Mendoza y las heridas curadas

Después de un agotador día con los caballos salvajes de la Patagonia como única compañía, la bella ciudad vinícola nos acoge con amabilidad

Son unos arbustos secos, llenos de pinchos que destrozan las piernas y el ánimo. Es un sol demasiado brillante que ataca la piel como una parrilla y quema hasta las sienes, produciendo un dolor de cabeza que sólo cura el tiempo y una llamada a casa. Princesas de emergencia, siempre de guardia. Es un viento, amigo del calor, que azota el polvo hasta convertir el cuerpo en una estatura de arcilla. Es la lluvia, lenta a veces, rompedora, a veces, que llega del sur, inesperada, como el invitado que nadie quiere en la fiesta.

En la Patagonia sucede la vida, es el tramo de la extensa llanura que une la leyenda con la cordillera de los Andes. Nadie vive allí, sólo manadas de caballos salvajes trotan amando la libertad por los valles. Allí pasé el sexto día, que pudo ser también la noche y acabó en un helicóptero lloviendo lágrimas en un cielo triste.

Al regreso, el maestro De la Morena tranquilizó mis ansias con la voz de un pueblo vecino lanzando magia al viento de España. El grande que me ve desde lo alto estaría orgulloso. Tienda de campaña, bajo la lluvia. Saco de dormir, plumas que abrigan el alma de recuerdos como un mensaje del amor. Al día siguiente llega la tempestad calmada en Mendoza, bella ciudad, parque de los aborígenes, palmeras del libertador y el hombre inventando vida. El vino inunda los campos gracias a los pequeños canales que riegan la tierra antes seca con el hielo derretido de la cordillera. Bella Mendoza, que imaginó el abuelo Miguel y edificó el terremoto de 1861 con Ballofet dando órdenes.

El campamento cura heridas en el césped donde alguna vez entrenaron los genios, al lado de un estadio que se construyó para el Mundial de fútbol del 78, mate hervido para aliviar las quemaduras y el mayor Roberto que llega para pedir disculpas por haber salvado este modesto diario de un aventurero de pacotilla. Argentino, de pura mezcla, noble, amable y enamorado del honor. Esencia argentina, de un país donde merece la pena recorrer arbustos al sol, quemado por el viento.

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