Ayer, a las ocho y veinte de la mañana, Fernando Alonso inició su nueva etapa como piloto Ferrari. El asturiano pasó su primera jornada en Maranello, donde huele a tradición, a carreras y a gloria. Woking, la sede de McLaren, era otra cosa, como entrar en una nave espacial. En la cuna de don Enzo la fábrica está a la izquierda, según se llega de Módena, y las oficinas de la 'Gestione Sportiva' (gestión deportiva) a la derecha. Allí fue donde entró a primera hora el campeón español, sin que la escudería permitiera que se le hicieran fotos, y Stefano Domenicali, el director general y hombre que más ha pujado por su fichaje, le recibió cordialmente.

Después de hablar largo y tendido con su nuevo jefe, éste le llevó a ver el departamento técnico. En un ambiente de ilusión dentro de la escudería con el recién llegado, tuvo su primera reunión con los ingenieros antes de que le tomaran las medidas para el asiento, y le enseñaran el coche de 2010, denominado proyecto 661, en el túnel de viento. Un monoplaza muy distinto al actual.

Después, a la una de la tarde, dio siete vueltas a la pista de Fiorano con un Ferrari de calle, la última creación de Maranello, el 458 Italia. Por su contrato con Renault y también por la prohibición de test, no puede subirse a un monoplaza rojo. También le tomaron medidas para su nuevo casco, que cambia de marca, desde ahora es Schuberth. Después de comer, a las cinco de la tarde, el ovetense se vio media hora con el presidente de la marca, Luca di Montezemolo, que le saludó con un cordial: "Bienvenido a Ferrari".