El Campeonato de España de rallys va a hacer la guerra por su cuenta. Esta misma semana se aprobará una nueva reglamentación técnica que será diferente a la internacional, por lo que los pilotos españoles irán contracorriente del resto, con los perjuicios que esto puede acarrear.

Si la introducción hace dos años de los vehículos GT, tampoco permitidos en el extranjero, se consideró un acierto (ya que permitió que a nuestros tramos llegaran los Porsche, Ferrari o Nissan) ahora la norma resulta más controvertida. Con respecto a la reglamentación internacional han restado cincuenta kilos a los vehículos Súper 2.000 y han permitido una brida de turbo mayor a los Grupo N, por lo que ninguno de los coches del Nacional estará homologado fuera de España.

Los responsables federativos han querido igualar fuerzas, pero en vez de limitar al Porsche, que sobre el papel iba a ser el coche más competitivo, han permitido una mayor preparación a las otras categorías. Algo que, para empezar a hablar, supondrá presupuestos mayores en plena crisis para pilotos y preparadores y, en el caso de los Grupo N, redundará en una menor fiabilidad, ya que la mayor potencia puede derivar en averías.

Para colmo de males, esos coches tendrán que correr en una competición diferente en los rallys internacionales que se disputen en España, Canarias y Príncipe de Asturias, y tampoco podrán participar en el Cataluña del Mundial. Por tanto, los pilotos españoles no tendrán oportunidad de medirse con los de fuera, y así será casi imposible que ninguno de ellos evolucione.

Y la solución se antojaba sencilla, ya que con añadir peso al Porsche su pretendida superioridad hubiera quedado contrarrestada y podría pelear en igualdad. Se ahorrarían costes y el resto de categorías estarían homologadas internacionalmente.