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Voracidad de lobo hambriento

Yo digo David Alonso

Voracidad de lobo hambriento

Las desgracias aparecen como los inspectores de Hacienda. De repente y sin avisar. Pero la buena suerte no brota de los árboles. Hay que buscarla. Y eso fue lo que hizo Fernando en Japón. Un sábado decepcionante, con unos Bridgestone imponentes, dejaron paso a un domingo sin lluvia. El panorama era tan desalentador que invitaba a sacar bandera blanca. Sin embargo, ni Alonso ni Renault son pusilánimes. En ese campo de minas, y con Massa ejerciendo de escudero fiel, extendiendo la alfombra roja a Schumacher, sólo cabía una decisión posible: pisar a fondo durante una hora y media. Si Fernando no hubiera adelantado a Trulli, Ralf y Massa y hubiera presionado al máximo a Michael, el Ferrari no habría roto. Él lo provocó.

Podría haberse conformado con el segundo puesto (una utopía antes de la salida) pero su instinto combativo se lo impidió. Mantiene intacta la voracidad del lobo hambriento y nunca tiene suficiente. Esa ambición le dio ayer más de medio título ante el piloto más importante y la escudería más poderosa. A base de valentía y talento, derribó el muro. A él no le asustan los galones ni le intimida la jerarquía. Vive obsesionado con la victoria y no quiere que nadie le eche en cara que el alemán le ganó en su último año en activo. Por algo Ferrari se interesó por él antes que por Raikkonen. Sin embargo, es momento para mantener la prudencia y la humildad porque en la Formula 1, como en las películas de vaqueros, cualquiera puede caer antes del final.

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