El podio de Pedro de la Rosa en el GP de Hungría ha representado para mí, como presidente de la Real Federación Española de Automovilismo, la segunda mayor satisfacción en mi trayectoria como dirigente deportivo. La primera fue en el GP de Brasil del pasado año, el día en el que Fernando Alonso se convirtió en campeón del mundo de Fórmula 1. Ver ayer a dos de nuestros pilotos luchando por ser los mejores en un gran premio es una enorme alegría, que no pudo verse completada por el abandono de Fernando, cuando parecía que podía asestar un durísimo golpe a sus rivales en la lucha por el título de esta temporada. Pese a ello, la demostración que realizó el asturiano con una remontada memorable dice mucho de su talento y calidad.

Debo confesar que el éxito de Pedro tiene una especial significación para mí y creo que para todos los que trabajamos en esta Federación. Sus primeros pasos como piloto de monoplaza los dio gracias a nuestro proyecto de promoción 'Racing for Spain', que le sirvió para darse a conocer siendo sólo un chaval y poder afrontar a partir de ese momento nuevos desafíos. Pero, además, quiero destacar los enormes sacrificios y esfuerzos que ha realizado para hacerse con un hueco en un mundo tan competitivo como el de la F-1. Hay que esperar que este resultado sirva para que se mantenga al volante de un coche ganador, porque pocos merecen más que él esta oportunidad. Se le devolvería así parte del reconocimiento del que no siempre ha disfrutado.