Alonso da lecciones de talento en Montecarlo

La primera vez nunca se olvida y, perdonen esta intromisión... Quien les escribe jamás olvidará cuando descubrió a Fernando Alonso bailando con su coche rojo entre los guardarraíles de Montecarlo. Con las montañas al fondo y los edificios pintados por un decorador de exteriores, el asturiano lanza su suerte al destino de un circuito que representa la verdadera esencia de un deporte en ocasiones ultrajado, pero cuya verdad son unos hombres jugándose la vida en un coche de carreras, llamado Fórmula 1.

El GP de Mónaco sirve para que los pilotos tengan una oportunidad en este desafío monopolizado tan a menudo por la aerodinámica, los ingenieros estrella, los neumáticos que dejan de serlo, los alerones mágicos y los sistemas energéticos, en un deporte de motor en el que los motores no pueden evolucionarse.

Y aquí Fernando, en este jueves especial con el sol brillando como uno de los invitados a la fiesta, demostró que el talento siempre es digno de confianza. En la primera tanda terminó segundo, justo por detrás de Vettel; en la segunda, primero exprimiendo al máximo unos neumáticos superblandos que parecen irle mejor al coche rojo. El español dejó a más de una décima a uno de los pocos pilotos que puede discutir su calidad, su enemigo íntimo Lewis Hamilton, a medio segundo al líder del Mundial y su coche volador, y a más de siete a su compañero Massa.

Es cierto, son los primeros entrenamientos, pero quizá es aquí, en Mónaco, donde son la referencia más fiable.