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Fórmula 1 | GP de Malaisia

Hamilton deja a Alonso sin un podio milagroso

El vibrante duelo entre los dos enemigos íntimos protagonizó una carrera que terminó con la segunda victoria consecutiva de un extraordinario Vettel, al que acompañaron en el podio Button y Heidfeld.

Actualizado a
<b>DE PRINCIPIO A FIN. </b>Nueva exhibición de Vettel en Sepang, en una carrera que dominó sin aparentes dificultades.

Más allá de las palmeras, encima de la selva que rodea la lengua de asfalto, las nubes amenazaban con descargar el cielo. Pero la lluvia quedó para otra ocasión. Y no cayó una gota en Sepang ayer. Los comisarios debatían sobre las sanciones a los dos pilotos de época que habitan en la Fórmula 1. En otro lugar está el genio que reina sin discusión en estos momentos, ese Vettel del Red Bull energético que volvió a ganar ayer. Alonso y Hamilton, los jefes de los históricos de este deporte construido por mitos.

En este escenario donde dos multimillonarios jóvenes se juegan la vida por un centímetro de más mientras vuelan a 300 km/h, parece intrascendente que otro, más joven y más en forma, rodara suave como un cuchillo en la mantequilla por el asfalto ardiente del circuito malayo. Pero lo cierto es que la de ayer es la segunda de dos para Vettel en 2011. Pilota como los ángeles y lleva un Red Bull construido para dominar.

Reconocido el mérito del que siempre gana, volvamos al duelo. Alonso salía quinto y Hamilton segundo, ambos se vieron sorprendidos por un Heidfeld sin cadenas. El británico terminó la primera vuelta tercero. El español acabó más dañado en la primera batalla. Empotrado en el tráfico de hora punta, Massa y los dos Renault le pasaron.

Fernando se debe poner con demasiada frecuencia el traje de superhéroe. Para hacer milagros. Lo volvió a hacer. Cambios de ruedas, ritmo demoledor pese a un coche que no está para los lugares donde quiere vivir el bicampeón, una vuelta rápida más de un segundo mejor que la de su compañero de equipo... y entonces apareció el rival, el que le cambió la vida, el atrevido que evitó títulos asegurados en McLaren, que se llevó la confianza del jefe de la cazadora negra. Cuentas pendientes. Revanchas.

Ambos llevaban el sudor convertido en sangre en busca de una posición más. Alonso tenía dos vueltas para adelantar al que siempre será el gran rival, respetando al Schumacher del pasado y al Vettel del futuro. Lo intentó por fuera, por dentro, por aquí y por allí, el inglés se defendía con todo y con más, al límite y más allá, cambios de dirección incluidos... hasta que llegó el impacto, el alerón delantero de Alonso roto y la carrera vaciada. Unos dicen que el británico se movió a ese lado, otros que el español se precipitó... lo cierto es que ahí terminó un duelo que hizo vibrar al mundo y contener el corazón a millones de aficionados a este magnífico deporte de hombres que se dejan el alma para ganar.

Alonso le quitó casi quince segundos a Massa en pocas vueltas, hasta llegar pegado al brasileño, que olvida que ahora las órdenes de equipo son legales. Y Hamilton entró otra vez a cambiar neumáticos en una estrategia equivocada. Injusta F-1, injusto deporte. O no. Los comisarios sancionaron a los dos vestidos de Salomón.

En lo alto del podio, Vettel alzaba su dedo índice al cielo, Button sonreía sorprendido, agradecido a su pilotaje de pianos y violines, y Heidfeld regresaba a donde no soñaba estar. Y las miradas de Alonso y Hamilton, los dos enfermos de la victoria que, sin verse, se citaban para un instante por venir, otro que recogerá la historia de una rivalidad de leyenda.