La crisis ha sido el detonante de un fracaso anunciado. Según algunas estimaciones, Toyota era el equipo con mayor presupuesto, superior a 400 millones anuales, con McLaren y Ferrari cerca. Si hacemos caso a las cifras publicadas por medios cercanos a Ecclestone, desde 2002 los japoneses se han gastado la friolera de 2.500 millones de euros en ocho temporadas.

Sin embargo, la mala gestión deportiva, con las decisiones supeditadas a la dirección en Japón, ha provocado que esa inversión no se tradujera en resultados. Subieron al podio en trece ocasiones, con un cuarto en constructores de 2005 como mejor resultado.

En la rueda de prensa de Tokio el abatido y compungido jefe de la escudería, Tadashi Yamashina, se comprometió a ayudar a Kazuki Nakajima y Kamui Kobayashi a encontrar hueco en otra escudería en 2010. La noticia del adiós aterrizó pronto en la sede de Toyota en Colonia. Los 670 trabajadores (lejos de los 900 que tenían en 2008) fueron convocados a una reunión excepcional a las nueve de la mañana. Y se les habló de varias opciones para el futuro, sin concretar ninguna. Que un inversor se haga con la fábrica de Colonia (una soberbia instalación) y sus trabajadores, al estilo de lo que ha pasado con Brawn, que la dediquen a otra disciplina del motor o decidan desmantelarla. Su plantilla, entre ellos el brillante ingeniero de estrategia español Manuel Muñoz, se va de vacaciones sin saber cuál será su destino. En Hinwil, por contra, la fábrica de Sauber (ex BMW) esperan ahora ocupar la plaza en la F-1 de Toyota.