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Doce horas de viaje patagónico

Dakar | Diario de una aventura

Doce horas de viaje patagónico

África revive en Argentina al llegar a Jacobacci. O lo que es lo mismo; vuelven el viento, el polvo y los interminables e incómodos traslados.

Quizá fuera un espejismo, pero creo que lo vi. Aquel perro estaba ahí, junto a las vías del tren, en mitad de la nada, en un lugar de la Patagonia argentina donde sólo el viento y el polvo pintan el amanecer. El viaje de Puerto Madryn a Jacobacci me devolvió el verdadero Dakar. Antes, comprobé que el agua de este lado del Atlántico está fría como el hielo. Y la ducha fue de agua marina.

A las once de la noche partí en un autobús acostumbrado a realizar viajes por toda Argentina, pero ninguno como el de ayer. Fernando e Ismael, los conductores, pensaban encontrarse con algo de tierra en el camino, pero lo cierto es que la mitad de los 750 kilómetros que recorrimos fueron por pistas de arena y piedras. Llegamos a las once y media, doce horas de viaje, las mismas que se tarda desde Madrid a Buenos Aires en avión.

El ingeniero Jacobacci fue un italiano que construyó el ferrocarril en este lugar de la Patagonia. Como agradecimiento no le pusieron una calle, dieron su nombre al municipio. Muchos años más tarde, el gobierno de Menem dejó sin uso el tren patagónico porque era deficitario. Ahora una nueva vía llega hasta Bariloche, pero también está parada. Lo cuenta la dueña de una tienda para todo. Habla sin parar hasta que le hago una pregunta sin respuesta: ¿cuántos habitantes tiene Jacobacci? "Aún no se sabe, no han logrado encontrar la cifra". Doña Elena, que mira el mundo sentada en una silla a la puerta de la tienda, tercia orgullosa con sus 59 años declarados, 72 a la vista: "¿Sabes qué?, como son de un pueblo chiquito les da vergüenza decirlo, pero habrá mil o dos mil como mucho. Yo es que soy de la capital".

Fuera, el viento patagónico viste de África el lugar, hasta que a la salida del pueblo aparece una capilla excavada en una pequeña piedra con una imagen adornada de luces de colores. "Es nuestra virgencita, papi. A ella rezamos para que vuelva la buena", dice una niña. Que regrese pronto. Aquí también lo merecen.

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