NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Fórmula 1 | GP de Malaisia

El mago Alonso ya reina en la F-1

Por primera vez, un español lidera el Mundial Arrasó a sus rivales saliendo desde la pole Se coloca como favorito al título

Carlos Míquel
Actualizado a
Fernado Alonso recibió la felicitaciones de su equipo.

Fue un día mágico. De esos que nunca se olvidan. En los que un periodista pierde la frialdad que se le exige, se sube al muro de boxes y empieza a aplaudir como un loco. Hace un calor de muerte, y una bandera de España perdida en esta esquina del mundo refleja en la grada el casco de un superclase. Del Mago Fernando Alonso. Que se eleva sobre su Renault R25 después de haber hecho desaparecer la estatua de la libertad de la Fórmula 1. Es decir, Michael Schumacher. El orgulloso alemán pasa sudoroso y triste por debajo del podio. Ha sido séptimo. Dos puntos para él por 16 del ovetense. Y esta vez le faltaron trece segundos para ser doblado. Se trata de una victoria sin humillación como la de Hungría. Pero sí que encierra un toque de atención. Hay aires de cambio en el gran circo.

Alonso no sólo se convirtió ayer en el primer español que lidera el Mundial, 55 años y 733 carreras después, también es el primero que puede ganarlo. Lo dice Bernie Ecclestone, el jefe de este deporte, lo piensa Jean Todt, que dirige el mito Ferrari, y lo saben Renault y Briatore, que van a hacer lo posible para que siga siendo la estrella de su proyecto ganador.

El abrazo de Flavio y el guaje es un símbolo del matrimonio perfecto de Fernando y su equipo en este inicio de año. Le han permitido tres meses de vacaciones, su agenda de eventos está más descargada que en 2004 y él lo devuelve con un pilotaje magistral. Tan pronto salta la banca con una remontada atómica en Melbourne, como domina con temple desde la pole (la cuarta de su vida) una carrera de principio a fin, en medio de un infierno físico, y sin poder reponer fuerzas por la avería del tubito por el que debía beber agua.

Quienes escucharon sus conversaciones por radio con la escudería dicen que no se quejó en ningún momento. Más bien al contrario, su entrada en meta fue apoteósica: "Sois los números uno", le gritó a su equipo. Todos callaban. Tenían el mismo nudo en la garganta que su familia en Oviedo, el hombre de confianza, Luis García-Abad (que se fumó el puro de la victoria), la Prensa y una chica de Barcelona... Hasta que Rod Nelson, su ingeniero de pista, le devolvió con la voz entrecortada el piropo: "¡Ha sido una carrera magistral! Un gran día". A lo que Fernando contestó: "Es un gran fin de semana, muchísimas gracias".

En ese momento, la vida rebobinó casi por arte de magia dos años en el tiempo. 23 de marzo de 2003. Entonces, un prometedor piloto desconocido para el gran público sale tambaleándose de su coche. Como un héroe, logra ponerse en pie para levantar los brazos. Luchando contra 39 grados de fiebre, Alonso se convierte en el más joven de la historia en subirse al podio. No hay leyenda sin sufrimiento, y la del ovetense está trufada de un buen puñado de desafíos y superaciones.

Otra vez Sepang. Y el de ayer tuvo algo de capricho del destino. ¿Por qué de nuevo Malaisia? El sitio donde se encumbró es el lugar donde se convierte en un maduro aspirante a campeón. Y con sólo 23 años. Ahora es una estrella millonaria y con look rockero. Entonces era un chico de Oviedo de pelo corto que se sentaba en la recta de meta de Sepang mientras le hacía un reportaje.

Las cosas han cambiado y ya es imposible tener un acceso tan fácil a alguien que es, se quiera o no, una estrella mediática. Pero también una persona, que ayer rompió los rígidos corsés de la Fórmula 1 para abrazarnos uno a uno a la pléyade de periodistas españoles que fuimos a verle en la rueda de prensa oficial. Y posó pacientemente con aquéllos que le pedimos hacernos una foto con el trofeo. Ya está en mi colección personal de recuerdos. Junto al de marzo de 2003, el de la victoria en Spa de la Fórmula 3000 o su primer podio en esa categoría en Hungría. Fue en aquel ya lejano 2000, cuando Ferrari coqueteó por primera vez con él. La historia siempre tiende a repetirse.

Al margen de las intrahistorias de la F-1, las que nunca se contarán o se contaron, lo que quedará de ayer es un día larguísimo e inolvidable. Que empezó a las once de la mañana (cuatro en España) con una vuelta increíble que le sirvió a Alonso para asegurarse la pole. No sólo no se la quitaron, sino que además distanció sin remisión a Trulli y Fisichella. "Ya tengo la cuarta, ahora sí que sí", decía mientras volvía a su box para recibir la enésima felicitación de los mecánicos.

Los momentos únicos de este fin de semana pluscuamperfecto prosiguieron minutos antes de la salida. Mientras todos seguían al hombre que lideraba una parrilla más ardiente que nunca, él se fue y, después de su habitual paso por el baño, se quedó solo en la línea de boxes apoyado en uno de los muros. Con una toalla de boxeador alrededor de su cuello. Concentrado justo antes de que suene la campana. Regresó a su lugar en el asfalto malayo, recibió los último consejos de Flavio Briatore ("Tú tranquilo, piensa que la carrera es larga"), y se puso a abrir con una tenaza una de las rendijas de aire de su casco. Había que aumentar la refrigeración como fuera. En la hipertecnológica F-1, el piloto del Renault número 5 se convirtió por un momento en un mecánico de kárting. De nuevo una vuelta a atrás en el tiempo.

Con el corazón a tope y una humedad insoportable, Alonso se alejó desde la salida a ritmo de vuelta rápida de su ex compañero Trulli (la sorpresa del fin de semana con el Toyota) y el actual Fisichella, ganador en Australia. No es casualidad que ellos le hayan acompañado durante todo el fin de semana. Detrás, los Ferrari seguían su proceso de hundimiento en los puestos duodécimo y catorce. Llevaban unas ruedas muy por debajo de lo esperado, y lejos, muy lejos, de las brillantes Michelin de sus rivales. Cómo sería la cosa, que hasta las pasaron canutas con los Red Bull de Coulthard y Klien. Ambos pasaron sin problemas a un Barrichello que perdió la aerodinámica de su monoplaza al arrastrar los restos de piezas que había sobre la pista. Acabó abandonando. Schumi, por su parte, no pudo en ningún momento con Coulthard, ese piloto que está renaciendo con la bebida que da alas.

Cara y cruz. Mientras el trueno azul de Oviedo seguía su cabalgada, los McLaren sufrían un poco más atrás al haber salido demasiado cargados de gasolina. La estrategia le permitió a Montoya acabar cuarto con bastante suerte. Su compañero Raikkonen dejó, en cualquier caso, una muestra de que Alonso y Renault van a tener que trabajar muy duro esta temporada si quieren llegar al final con posibilidades de ser campeones. Para Kimi fue la vuelta rápida (1:35.483). Cuatro décimas más veloz que la mejor de Fernando (1:35.899). En descargo del español podemos hablar de que bajó las revoluciones desde que alejó a Trulli a más de veinte segundos, pero esto no va a ser un camino de rosas.

El reverso de la moneda para Renault fue Fisichella. Al italiano se le rompió una pieza del alerón delantero tras el primer repostaje y comenzó a hundirse en los tiempos. Webber se le empezó a acercar. El australiano ya venía muy calentito de un apasionante duelo a tres, con toque incluido, con Ralf Schumacher y su compañero Heidfeld. Intentó pasar por fuera, el bueno de Fisico bloqueó los frenos de las cuatro ruedas y voló por encima de él. ¡Alonso, líder del Mundial! El abandono del italiano cuando era tercero dejó las puertas abiertas del cielo.

Alonso sufría, escuchaba ruidos imaginarios. No temas, Nano. Está escrito. Ese R25 no se tiene que romper. Lo estamos empujando todos. Hasta el Rey, que llamó a Luis García-Abad para que le pasara al asturiano cuando éste hablaba ante los periodistas. Desayuno feliz en Oviedo, en España. Un periodista corre emocionado para subirse al muro. El Mago Alonso, que apunta a convertirse en el campeón más joven de la historia, ya reina en la Fórmula 1.