Con barro hasta las rodillas

Lo que mal empieza, mal acaba. Ya avisé ayer de la que se nos venía encima…y lo sucedido superó todas las expectativas. La lluvia no dejó de caer sobre el campamento de Oruro, ubicado en el Puerto Seco, una explanada que se convirtió en un lodazal de indescriptibles dimensiones. Y allí estábamos todos los periodistas, hacinados en esa mínima tienda de campaña, achicando agua del techado y del suelo, y rezando porque no saltara todo por los aires. Porque hubo quien continuó trabajando enchufado a la red eléctrica hasta el último momento. Así es nuestra profesión. Y mientras nadie sabía decirnos cómo íbamos a salir de allí, el agua y el barro seguían ganando terreno.

En autobús a La Paz

Por fin, a las diez de la noche nos dijeron que nos íbamos en autobús a La Paz. Entonces comenzó la odisea. Cargados con nuestras mochilas de trabajo, la tienda y los maletones con 20 kilos, tuvimos que superar doscientos metros con barro hasta las rodillas. Aunque algo ayudó, de poco servían las bolsas de basura que nos pusimos en las piernas. Cada tres pasos un resbalón, hasta que por fin alcanzamos el bus…bendito bus. Tuvimos suerte, porque nuestro conductor pudo sacarlo de allí y traernos hasta La Paz, a donde llegamos a las cinco de la madrugada. Otros durmieron en el lodazal en el que se quedaron atrapados toda la noche.