Con Simeone y contra Simeone

Se habla mucho estos días de Simeone, y no sólo en Madrid, también por España y Europa. Se habla de su liderazgo y de su fútbol. Se habla de su Atlético, de juego falto de belleza pero eficaz. Un contrincante terrible, al que tanto cuesta meter un gol, de modo que en cuanto marca pone el partido de su lado. Un juego espeso, sin aspiraciones artísticas, pero servido por los jugadores con una fe ciega en su líder, Simeone, por el que hacen esfuerzos que en otras condiciones no harían. Jugar en el Atleti es un trabajo duro. Arda no lo soportó y se fue. Ahora le va peor. Filipe Luis se fue, le fue mal, volvió y ahora es feliz.

Al Madrid no se le permitiría jugar así”, me dicen amigos madridistas, y en parte tienen razón. Sólo en parte. Mourinho tiró por esta línea, al menos en los partidos contra el Barça, y parte del madridismo, en especial su presidente, no lo vio mal. Su problema fue que esa presión agobiante sólo se la soportó la plantilla dos cursos. Al tercero perdió el liderazgo, y con él, la Liga desde octubre. Simeone lleva cuatro años, más la mitad de aquel en que llegó y aún le escuchan. Varios están desde el primer día y siguen con él. Y los que se han ido incorporando ya sabían a lo que venían, y todos parecen hacer con gusto un trabajo tan duro.

Liderazgo, pero también ciencia. Planea los partidos en profundidad y le suelen resultar. Maneja menos cartas que el Madrid y el Barça y se ha metido entre ellos. Toda la afición está ‘encolumnada’ tras el equipo, como él dice, y asistir a una noche europea en el Calderón es toda una experiencia. Ha hecho del ‘partido a partido’ una expresión de uso nacional. No es el fútbol que me gusta y desde luego me sobró la trapacería del balón lanzado al campo, pero no dejo de admirar serios valores en lo que hace. Y desde luego, estoy seguro de que con ningún otro se habría metido el Atleti entre el Madrid y el Barça.