Rosberg logra la pole en Canadá; Alonso saldrá séptimo

De repente la grada estalla en aplausos, se escuchan gritos de asombro, admiración. Era la tercera sesión de entrenamientos libres y Fernando Alonso se ponía líder por delante de su compañero de equipo Kimi Raikkonen, alrededor de las dos curvas que cierran la recta de meta. Hay ganas de que el español gane, de que el asturiano esté delante. Siguen muchos considerando que es el mejor piloto a pesar de que los resultados indican otra cosa, a pesar de que no es campeón desde 2006. Pero esto es F-1, las sensaciones son otra cosa. Y sobre todo otra cosa es el coche que uno pilota. Y una vez más, la grada del Gilles Villeneuve, la afición española y todo aquel que por el mundo desea ver a Alonso en los puestos altos de la clasificación se han llevado una decepción. Una más. Sería imposible contar cuantas van ya. Cientos de miles. Y es que parecía que… pero no. Ayer, antes de los primeros libres alguien me decía que no, que no parecía ni nada, que la situación era, una vez más, mala, muy mala para Ferrari. Pensé que me engañaban.

Los datos indicaban lo contrario, se veía a Alonso primero en los primeros libres, cerca de los Mercedes en los segundos e incluso en los terceros también estuvieron ahí los coches rojos. Pero no. Otra vez no. Séptimo. Alonso, séptimo. Ferrari llegaba aquí con cierta esperanza de estar en los primeros lugares, de quedarse cerca de los imposibles Mercedes, de dar un salto de calidad importante, de ser el segundo mejor equipo para quedarse con la utopía de que quizá, ¿quien sabe? ¿quien sabía? poder estar a lo largo de la temporada al nivel de los coches alemanes. Las mejoras eran, en teoría, evidentes, con la unidad de potencia más potente, con diversas piezas aerodinámicas que debían poner el coche en condiciones de luchar por estar en segunda línea, en tercera, de luchar con los Red Bull, de ganar fácilmente a los Williams. Pero no. Problemas de potencia en el coche, mucho calor dijeron. Séptimo. Como en España donde fue casi doblado. A nueve décimas. Y de nuevo con el español milagreando, que es un verbo que teníamos que inventar algún día. Porque Raikkonen, cuatro décimas más lento, fue décimo a 1,3 del mejor. Y el mejor esta vez, por segunda consecutiva fue Nico Rosberg que se está quitando el traje de príncipe de las galletas para ponerse el de piloto de carreras talentoso y rápido. Segundo fue Lewis Hamilton, que esta vez sí miró y saludó a su compañero. “Nico hizo un fantástico trabajo, yo no tanto”, reconoció un suavizado Hamilton. Y tras los dos intocables el regreso de Sebastian Vettel. A la hora de la verdad el tetracampeón ofreció su mejor versión para ser tercero. Y ya tiene ventaja para ocupar esa posición en el podio. Ese era y sigue siendo el objetivo de un Alonso y un Ferrari sobrepasado por ¿el calor? Tendrá que ser una de esas carreras del siglo para lograrlo. Suerte.