Mercedes manda con Alonso y Sebastian Vettel sufriendo

Once menos cuarto de la noche. Viernes. Sakhir. En el circuito quedan dos pilotos. Uno de ellos habla con su ingeniero de pista, Andrea Stella, mientras su hombre de confianza, Luis García Abad, en un banco junto a las palmeras de luces, revisa papeleos varios en un iPhone de nueva generación. El otro acaba de salir del box de Red Bull y habla con Britta Roeske, su jefa de prensa. Fernando Alonso y Sebastian Vettel trabajando de noche cerrada para mejorar dos coches que aún no están a la altura de los genios que los pilotan. Un día después, ambos fracasan por la tiranía de sus monoplazas y la palabra fiabilidad vuelve a cobrar sentido en esta nueva Fórmula 1 de sonido extraño y mil motores en uno. El español, guerrero sin premio estos años de subcampeonatos hasta el final, termina décimo en la calificación después de que su Ferrari perdiera potencia a cada acelerón con el propulsor eléctrico pensando en otra cosa, como en Australia. El alemán, rey de reyes con cuatro títulos consecutivos viajando en la primera clase de un avión azul, sufre una avería en el cambio y ni siquiera puede entrar en la Q3. Como en Australia. Finalmente el asturiano saldrá noveno y su rival germano, décimo. La causa se explica en la sanción de diez puestos que sufrió Daniel Ricciardo en Malaisia, el mismo piloto que ayer fue tercero en la sesión clasificatoria, el primero tras el imperio de plata.

En las antípodas de los dos talentos anteriores, el equipo Mercedes lucha entre sí con un segundo de ventaja sobre los demás. Ayer la pole fue para Nico Rosberg, la primera del año para un piloto extraordinario al que algún compañero que ahora piensa en un Porsche de carreras eternas llamó Britney Spears cuando compartían equipo en Williams en 2006. Así era Mark Webber, se le echa de menos en el fondo. Sobre todo ellas. El hijo de Keke hoy volverá a dar toques al balón junto a su Daniel Schlösser antes de la carrera pensando en cómo puede ser capaz de aguantar el tipo ante el halcón negro que tiene al lado. Esta vez Lewis Hamilton no pudo lograr su tercera pole consecutiva, pero sigue siendo el máximo favorito para la victoria. Un triunfo que, si la fiabilidad o la desgracia no lo evitan, será para un coche alemán en un circuito que parece construido para sus características: rectas largas, velocidad punta, curvas de tracción, aerodinámica pulida al detalle. El coche de Hamilton era diez kilómetros por hora más veloz que el de Alonso. Por ejemplo. El de Sergio Pérez, casi trece. Así las cosas, no sólo vuelan los coches de la estrella sino todos los que montan su ya celebre unidad de potencia. Valtteri Bottas saldrá tercero y el mexicano cuarto, justo por delante de Kimi Raikkonen, salvador ayer del honor de Maranello.

La carrera será complicada para todos, menos para los dos de arriba, con un Fernando Alonso que lo mismo termina cuarto que decimocuarto. Así es. Las diferencias entre los coches no son tantas, menos los dos de arriba, repito. Por ejemplo en la Q2 del cuarto al decimocuarto, repito también, había tan sólo dos décimas y media. Habrá batalla. Aparecerá Alonso. Y su Ferrari, un poquito, quizá. Esperemos...