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Hacer fácil lo difícil

Fórmula 1 | GP de Australia

Hacer fácil lo difícil

Hacer fácil lo difícil

Una victoria fácil, como la calificó su propio protagonista. Pero también el triunfo de la inteligencia, del saber hacer, del control absoluto de la situación. Alonso ganó como el gran campeón que es, dando además la sensación de que nadie le inquieta realmente..

¡Me gusta madrugar! Las cinco y media de la mañana no es una hora muy aconsejable para saltar de la cama un plácido domingo. Pero ni el vídeo ni la redifusión de Telecinco son alternativas de consideración cuando por delante nos esperan dos horas de apasionante espectáculo deportivo. Y era fácil pronosticar que así sería en el GP de Australia, una prueba tradicionalmente movidita y que en esta ocasión tampoco defraudó. Ya antes de la salida comenzaron los sobresaltos y los bostezos dejaron paso a la expectación: Montoya haciendo de las suyas en la vuelta de formación y Fisichella clavado en la parrilla. ¡Y la carrera ni siquiera había empezado! Creo que ya me gusta más madrugar...

Un callejón sin salida. El de ayer fue otro de esos grandes premios perfectos para desacreditar a los que todavía hoy opinan que la Fórmula 1 es aburrida. Como ocurre en Montecarlo, el de Melbourne es una quimera de circuito, una revirada cinta de asfalto enjaulada por vallas de protección y sin un metro de escapatoria que evite que cualquier error se transforme en un desastre. Esto tiene ventajas e inconvenientes. Empezando por lo malo, que la salida del coche de seguridad roba a los mejores su ventaja cada dos por tres; lo bueno, que los incidentes casi constantes aportan una incertidumbre, una emoción y un show impensables en los escenarios más convencionales.

¿Suerte de campeón? Fernando Alonso salió indemne de la batalla de las Antípodas. ¿Suerte de campeón? Quizá la fortuna esté del lado de los mejores, pero lo que sin duda les ayuda es su pericia para evitar tumultos a base de ser más eficaces que el resto. Quiero decir que en el centro del pelotón, rodeado por el enemigo, las posibilidades de resultar afectado por el lío son mucho mayores. Por eso el Renault del español voló desde la arrancada para apartarse de lo que pudiera ocurrir... y ocurrió.

Un trabajo perfecto. Me impresionó la inteligencia con la que el asturiano gestionó la carrera. Podría parece que en su actuación las cosas ocurren porque sí, por el simple devenir de los acontecimientos. Pues nada más lejos de la realidad. Fernando controla cada detalle, estudia cada movimiento, analiza a sus rivales antes de devorarlos (que le pregunten al pobre Button) y se eleva a la categoría de los pilotos extraordinarios, de esos que salen uno cada un millar.

Diferentes perspectivas. Y a la hora de las explicaciones, dos formas bien distintas de darlas; el ganador, encantado con su éxito, agradecido por las bondades de su coche y satisfecho por el trabajo bien hecho. En el extremo opuesto, Kimi Raikkonen, un saco de quejas: que si las presiones, que si las vibraciones, que si el frontal dañado, que si los doblados... Vaya, que nos han vuelto a ganar.

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