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Una doctora llamada esperanza

Yo digo | Manuel Franco

Una doctora llamada esperanza

Quizá sea una de esas cosas sin sentido que todos tenemos, pero para conocer si una persona merece la pena suelo guiarme del sonido de su risa. Cuando esta mujer de ojos verdes teñidos de esperanza llamada Beatriz se ríe, regala paz a quien la escucha. Desde abril se encuentra en Chinguetti, un lugar donde la arena del desierto susurra silencios a las casas y las niñas mueren de parto a los catorce años. Fue el regalo del descanso. Más aún que poder ducharme y afeitarme después de mucho tiempo y de dormir más de las dos horas preceptivas. Conocer a Beatriz ha sido recuperar la fe en la especie humana. En un mundo con la hipocresía y la envidia como características, ver una mujer capaz de perderse en mitad del desierto por ayudar a los demás es algo que jamás olvidaré. En este mundo de pobreza y suciedad, de enfermedades, una doctora española grita esperanza a los que nada tienen.

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