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Sonrisa Patrimonio de la Humanidad

Yo digo | Manuel Franco

Sonrisa Patrimonio de la Humanidad

Sonrisa Patrimonio de la Humanidad

A mi lado una oronda periodista suiza duerme, a mi derecha un reportero alemán reza en voz baja mientras yo pienso cómo cambia la vida de un año para otro. En 2004, como teniente de alcalde, estaba celebrando el éxito de la cabalgata de Reyes de Valdemorillo gracias a Maite y a mis pequeñas hadas del teatro, y ahora me encuentro aquí, volando en medio de una tormenta de arena. Finalmente el piloto logró aterrizar en una peligrosa pista de tierra y el aplauso, mezcla de felicitación y alivio, sonó como un trueno en el avión. Al llegar a Tichit el alma se me quedó clavada en el suelo. Este es un poblado mauritano, declarado Patrimonio de la Humanidad, al que cada día le atrapa la arena un poco más y las dunas se acercan, que posee la mezquita con los mayores incunables del islamismo. En sus calles de arena decenas de niños piden algo al visitante, lo que sea. Una niña de sonrisa blanca y mágica poblada de humanidad y unos ojos en los que se refugió la luna, se lleva la mano al corazón para agradecer un trozo de queso y un poco de mermelada. Está llena de polvo y sus ropas aparecen roídas, pero la felicidad encuentra su sitio dentro de ella con ese poco de comida. Es la segunda etapa en Mauritania y cada día que pasa la pobreza es más extrema. Los Reyes Magos me trajeron un día sin poder hablar con mi familia, pero la tecnología sin cables me ofreció su lado amable para conversar con los que quiero. En este día en que conocí a los duendes y las tormentas de arena, miré a las estrellas pensando en cómo cambia la vida.

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