Hay quien sostiene que un Alfa Romeo GTA es tan bello como el David de Miguel Ángel, y que al admirar un Ferrari Mille Miglia experimenta la misma sensación que con cualquiera de las esculturas del creador de los frescos de la Capilla Sixtina. Son los envidiados coleccionistas de vehículos clásicos que ayer terminaron el sexto Tour de España en el circuito de Jerez.

Antiguos pilotos de Fórmula 1, personalidades del mundo de las finanzas o de la moda, como Paloma Picasso, suelen participar en este trocito de historia del automovilismo que pasea los más exclusivos automóviles del planeta por las intrincadas carreteras de la sierra de Ronda, por las montañas de Córdoba, Sevilla y Málaga junto a pruebas en los circuitos de Guadix y Jerez. Andalucía, la tierra de la magia y el arte, acogió esta colección de joyas de la automoción, de obras de la época dorada, aquélla que va de 1945 a 1975, esos maravillosos años donde la belleza estaba por encima de todo y los diseños de Pininfarina, Bertone o Ghia acogían motores Ferrari, Porsche, Aston Martin o Jaguar, de un sonido tan extraordinario que los apasionados los comparan a las sinfonías de Bach o Mozart.

Es una carrera entre caballeros, entre hombres y mujeres que consideran sus coches casi como dioses y pueden gastarse cerca de tres millones de euros en una de estas obras maestras para hacerlas rodar más de 2.000 kilómetros por el asfalto andaluz.

En las carreras de Jerez de ayer la lluvia se atrevió a mojar estas leyendas, mientras la pareja Bosch y Delgado, campeones finales, con su Ferrari 365 GTB se imponía en la primera carrera de velocidad a Guittard y Libes, a los mandos de un Porsche 906 con el que ganaron la segunda manga. Resultado final de una competición donde reina la belleza, el arte y la historia.