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Guarello

Mayweather sin discusión

Actualizado a

En el momento en que sonó la campanada sentenciando el fin del 12ª asalto en el MGM de Las Vegas no había discusión: Floyd Mayweather se había impuesto con claridad ante Manny Pacquiao por el título de unificación de los welters. Sólo una visión sentimental y apoyada en el voluntarismo (“Manny siempre fue al frente”, “el gringo se dedicó a escapar”), fundamentaba a los que veían como ganador al filipino. No ayudó una de las tarjetas que dio a Floyd ganador por 118-110, eso es, a todas luces, un exceso. Pero el llamado “combate del siglo” tuvo, al menos, dos o tres puntos de diferencia para el estadounidense. Eso, en boxeo, es un océano.

Hace muchos años el destacado periodista chileno Renato González “Mister Huifa”, la mayor eminencia en pugilismo que ha dado esta tierra, señalaba que la gente ya no le gustaba el boxeo, sino que sólo apreciaba “el nocaut, ven una pelea con el único objetivo que haya una masacre. Y esto es un deporte donde hay habilidad, táctica, inteligencia”. Años más tarde el recientemente desaparecido Miguel Merello, otro de los grandes especialistas, me dijo: “A la gallada le gustan los boxeadores que van de punta, que van al choque a rostro descubierto. No poh mijito, si acá hay que dar golpes, pero también evitar que te los den”.

Mayweather es un catálogo de buen boxeo. Pega, sale, se defiende y maneja los tiempos. No arriesga el físico y gana. Su récord, 48-0-0, a una pelea de igualar a Rocky Marciano, no lo obtuvo de casualidad. Por momentos parece un robot en perfecto dominio de todos sus músculos. Su estilo está lejos de los “fajadores” como Mike Tyson o el mismo Pacquiao, él combate para ganar, no para dar espectáculo. Y con el tiempo, y la pérdida de velocidad asociada, esta forma se ha profundizado y exagerado.

En el combate del sábado en la noche pasó exactamente lo que se esperaba. EL filipino lo buscaba y Floyd se movía aprovechando un excelente cintura y unas piernas muy veloces. Sabía que Pacquiao tenía una zona muy peligrosa donde podía meter esa zurda volada que lo ha llevado a la cima. Por eso es que controló la distancia con su mayor alcance de brazos, buscando el contragolpe con la derecha y golpeando mucho con su jab de zurda. Y esa fue una de las claves de la pelea: el jab de Mayweather hizo mucho daño, el de Pacquiao no era igual de contundente, a la vez que dio menos en el objetivo.

Para la tribuna lucía más el filipino por su velocidad para elaborar combinaciones, su constante búsqueda del rival y la gran cantidad de golpes que lanzó. Pero no pudo con el retroceso de Floyd, lo que hizo que la gran mayoría de esas manos se perdieran en el aire o chocaran ruidosamente contra los guantes. Eso no hace daño ni puntúa. Sólo un par de veces el estadounidense recibió impactos de zurda limpios, pero tuvo la capacidad de conjurar la situación amarrando a Manny. Ya había absorbido manos durísimas de Hutton y Maidana.

Sí, lo concedemos, Mayweather tiene el manual completo, incluso se sabe las peores mañas, abusando del clinch, colgándose del hombro del rival con la axila o agazapándose de manera exagerada. Es parte de su repertorio.

Al final su fórmula fue sencilla: metía unos cuantos golpes contundentes por episodio (hubo varios upercuts y ganchos que hicieron blanco con fuerza) y se limitaba a defenderse en su esquina. Pacquiao se desgastaba buscando una mano salvadora y terminaba impactando el aire. Nunca estuvo cerca de ganar, su velocidad sobrehumana para lanzar golpes se encontró con la velocidad sobrehumana del campeón invicto para retroceder o mover la cintura.

Tal vez el filipino fue más “valiente” y buscó más, pero el que sumó los puntos fue Floy Maywetaher. Nada muy distinto a lo que hizo contra Maidana, Álvarez, Cotto e incluso De la Hoya. Sorprenderse porque el estadounidense se defiende y maneja los combates, es sorprenderse porque el sol sale cada mañana o porque hay nubes en el cielo.